Los orígenes de la música uruguaya

Los inicios musicales del país estuvieron estrechamente vinculados a la Conquista y la colonización. La música culta se estableció en el Uruguay debido a la acción de tres instituciones de distinto carácter la Iglesia, el teatro y el salón colonial. La Iglesia fue la primera vía por la cual llego al país la música clásica, que en la época de la Conquista se manifestaba a través de villancicos, pastorelas, salves, gozos y el cancionero infantil. Entre mediados del siglo XVIII y principios del XIX apareció el órgano, y con él los primeros organistas, como Tiburcio Ortega, que llego a ser primer maestro de capilla.

Bruno Barrales, negro nacido en el Uruguay, empezó como campanero en la iglesia de San Francisco y llego a organista de la catedral. Por su parte, fray Manuel Ubeda, sacerdote valenciano, desembarco en el Rio de la Plata en 1801, y fue autor de la primera obra musical culta compuesta en el Uruguay, la Misapara Dia de Difuntos.



El salón colonial, institución que seguía la moda de los salones europeos del siglo XVIII, era el centro de las manifestaciones artísticas, literarias y políticas de la época. En el salón montevideano se desarrollaron sobre todo la música instrumental y la literatura. Entre las actividades más frecuentes se encontraban la danza y el canto, así como conciertos de arpa, guitarra y clave, interpretados muchas veces por mujeres jóvenes.


Poco antes de 1830 surgieron en el salón colonial las primeras sociedades filarmónicas, constituyéndose pequeñas orquestas integradas por una veintena de músicos, algunos profesionales y otros aficionados. De las siete sociedades filarmónicas que se sucedieron durante el siglo XIX, la primera data de 1827 y la última desapareció en 1893.

Posteriormente, a medida que las agrupaciones orquestales crecieron en importancia, el salón decayó como centra de manifestaciones musicales. En el salón colonial se bailaron numerosas danzas, muchas de ellas de origen campesino, como la media cafia, el cielito y el pericón, y otras de origen europeo, como la contradanza, el minué montonero, la polca, la mazurca, el chotis y el vals, que gozaron de gran aceptación.



En el teatro, tercera vía de penetración de la música culta en el Uruguay, predominaron dos corrientes: la tonadilla escénica espabila y la ópera italiana.

La primera sala de espectáculos creada en Montevideo fue la Casa de Comedias, fundada en 1793, que se constituyo en el principal escenario de la actividad teatral y musical durante el siglo XIX. La tonadilla escénica, que había alcanzado su mayor auge en España durante el siglo XVIII, se escucho en la Banda

Oriental en el primer cuarto de la centuria siguiente, y en la Casa de Comedias se llegaron a representar más de trescientos títulos de tonadillas, siendo los autores más escuchados los españoles Vías de Lucerna, Pablo Esteve y Pedro Arañas. En Montevideo también se escribieron algunas tonadillas en las que se comentaban los sucesos políticos del momento.

Junto con la tonadilla escénica se difundió el género musical llamado meliloto o melodrama, en el que un personaje solo en escena alteaba su acción con un comentario musical. La zarzuela española cobro importancia al decaer la tonadilla y el meliloto. La primera zarzuela representada en el Uruguay fue Gerona la Castañera, de Mariano Soler Fuentes, en 1854. También hubo zarzuelas escritas en el país, como El destino de Matoso, de Luis Pietri, estrenada en el Teatro Solís en 1865.



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